martes, 22 de febrero de 2011

Nuestra obra maestra y otros desastres


-Luces, cámara y acción. Aparecen unos títulos y da comienzo la película. La cámara se acerca, y muestra una gran ciudad llena de rascacielos. Son las 6 de la mañana y una joven de traje largo negro de Givenchy y un perfecto recogido por encima de su nuca se detiene ante el escaparate de Tiffany´s con un bizcocho y un café, soñando despierta-
(…)
-La misma ciudad es enfocada por las cámaras, llueve; escenario nublado. La joven, que esta vez viste una gabardina ya empapada corre y llora, creyendo no tener destino alguno. Pero va a buscar a su gato, porque es parte de ella, forma parte de su vida. Le sigue ÉL, que no la ha dejado escapar en ningún momento, que le ayuda a entender (…) Él y ella se encuentran ahora, están empapados y sin embargo, no les importa, porque el mejor beso habido en la historia del cine lo van a protagonizar ellos, bajo la lluvia-

Esta última, es mi escena favorita, mi escena de película fetiche. El momento cumbre de una extraña historia de amor. Pero como todos sabemos, nada es como en las películas. La realidad es ese objeto distinto, crudamente real y existente que nosotros, pobres humanos, intentamos camuflar con fantasías que alguna mente maravillosa nos ha mostrado en la pequeña o en la gran pantalla. Escenas descritas como las anteriores –no pondré fotografías porque deduzco que sabrán de qué se trata- son las que llenan nuestras ilusiones o nuestras esperanzas de motivos para creer en algo que ya habíamos idealizado.
Hoy me he puesto a reflexionar sobre lo real y la ficción, sobre el amor y otros desastres, sobre lo que merece la pena y lo que no. Me ha bastado tan sólo con ver una comedia romántica en el momento adecuado con la compañía adecuada. Y he comprendido que si queremos hacer de nuestra vida el mejor guión jamás escrito, no podemos crear escenas ya ideadas o momentos clave, porque alguien ya las creó para una ocasión determinada que nada tiene que ver con la vida real. Tal vez la escena de amor más bonita sea sólo una treta para hacernos creer que cualquiera nos va a dar un ardiente beso bajo la lluvia. Quizás debamos escribir un guión aparte.
Es saber distinguir ese concepto nada más. Que la vida real no es la típica comedia romántica que tanto te gusta ver, es un guión propio, en el que tú eres la máquina de escribir, que tus manos son tus medios y que tu mente es la fuente de todas las decisiones que decides tomar para que ese guión, sea digno de un Óscar. Que eres el protagonista de tu propia película es un hecho que todos conocemos.
Lo que ignoramos, es que la vida real y la ficción están en frente una de otra, pero que debemos crear nuestras escenas propias y dejar que los momentos ya creados por el cine sean un aliciente sólo para que sepamos continuar nuestra historia. Porque como dijo aquel genio, “la vida es una obra que no permite ensayos”. Debemos crear nuestra escena, nuestro momento, pero dándonos cuenta de una cosa: nuestra vida es nuestra mejor obra maestra, pero no debe ser confundida con la ficción, porque es al fin y al cabo, es tan real como la vida misma.

jueves, 17 de febrero de 2011

LEY SINDEmocracia

Este tema que nos ocupa, de manera tan polémica en la sociedad, es llamado vulgarmente “Ley Sinde”, debido al nombre de su precursora, Ángeles González Sinde, Ministra de Cultura. Sin embargo, es importante esclarecer este concepto: no se trata de una ley en sí. Se trata de una disposición, concretamente de la Disposición Final Segunda que forma parte de la Ley de Economía Sostenible, aprobada el 18 de marzo de 2010, siendo aprobada esta polémica disposición el 16 de febrero de 2011.
Desde un punto de vista objetivo, podemos decir que la “Ley Sinde” pretende ejercer como mediadora entre autores y consumidores en cuanto a la difusión de contenidos audiovisuales se refiere.
A efectos prácticos, esta ley supone una barrera en contra de la difusión de cultura a la sociedad. Esta posición detractora tiene distintos puntos de vista: por un lado, se establece una posición a favor de los autores, si bien es cierto que todo el mundo está de acuerdo en reconocer una obra de arte, así como valorar a su autor y que éste sea compensado, como cualquier trabajo bien hecho. Hasta esta afirmación está claro entonces, que mi posición es aparentemente partidaria. El peso recae sobre el segundo punto de vista que hace que me muestre detractora respecto a esta disposición y es cuando entran en escena (hablando irónicamente) los dos personajes más polémicos: el dinero y el poder. Esta ley ha sido cargada con un alto contenido político que hace cómo no, que gobierno y oposición se enzarcen en un debate continuo que no lleva a ninguna parte. Al fin y al cabo, esta ley tal vez no interese a los autores, pues tengo la convicción de que obtendrán de igual manera el mismo beneficio que hasta ahora. Creo que esta solución es una tapadera más para “sacar tajada” del asunto. Como siempre, el dinero es un bien ansiado por los que pueden, y me parece lamentable que se recurra a algo tan puro como la cultura para obtener beneficio. La música, las artes, son bienes que deben ser conocidos y compartidos en la sociedad, considero injusto que esta “ley” por ejemplo, suponga el cierre de páginas web que resultan útiles al público (especialmente el público joven), sólo porque los “grandes” quieran enriquecerse aun más con la obra de los demás. Me parece realmente hipócrita que se escondan detrás de un campo tan noble y puro como la cultura.
Para más inri me gustaría poner ejemplos más prácticos del día a día de una persona: hace unos años, una entrada al cine costaba alrededor de 3€. Hoy en día, los cines de barrio, donde los films no eran los últimos éxitos de Hollywood, sino de todo un poco, han sido sustituidos por multicines donde prima el comercio sobre el autor, lo que se vende sobre lo que gusta, y los 3€ que valía una entrada se han multiplicado: ahora vale 6 € (amén, que gracias al Carnet Joven vale 5,50€) y todo esto para ver películas donde se nos insta a pensar que la hipocresía de los “grandes” se disfraza de buenas intenciones y buenos propósitos, porque ellos “lo único que quieren es fomentar la cultura”. Permítanme, si no es indiscreción, acabar esta frase: “fomentar la cultura sí, pero a base de dinero y malicia”.

jueves, 3 de febrero de 2011

Salir Corriendo


Salió corriendo, corría y corría. No sabía exactamente por qué, sólo que lo necesitaba. Empezaba andando deprisa, aceleraba sus pasos e iba más deprisa. Cuando le apetecía, andaba más despacio y de vez en cuando, paraba, observaba su alrededor y seguía. Incluso en el trayecto también contemplaba el escenario que dejaba atrás tan deprisa, así como sus viandantes.
¿Estaba huyendo de algo? Ni tan si quiera ella lo sabía. ¿Estaba escapando? Sí, todos lo hacen de vez en cuando. Escapar es una opción realmente interesante. Se dice que escapar es de cobardes. Quizás se equivoquen, quizás no. Pero como se trata de una opción tan alentadora como cualquiera, no debe ser rechazada.
El caso es que siguió corriendo, pensando uno a uno en sus pensamientos, dedicándoles un mínimo esfuerzo uno a uno. Pero se dio cuenta de que no estaba contenta, intentó hallar la razón más obvia, pero no encontró solución alguna. Estaba en su camino, dejando que sus impulsos guiaran sus pies, eligiendo la velocidad que ella consideraba propia. Pero no se sentía mejor. En el fondo, sabía que algo no le estaba saliendo bien.
Y siguió y siguió...y no sé dio cuenta de que sus pasos le habían llevado lejos. El gélido aire amorataba sus labios y cortaba su rostro mientras que sus ojos comenzaban a nublarse. Se había hecho de noche, el frío había vuelto. Respiro muy hondo. No tenía abrigo.
Y tuvo que volver, su escapada había terminado.