domingo, 1 de mayo de 2011

Mamitis

Dicen que la belleza de toda persona se encuentra más en su interior que en su apariencia. Si bien es cierto que este benevolente dicho es tan cierto como el paso de los años, pero quizás, existen ciertas excepciones que a nosotros, hijos, nos parecen guapas por dentro y por fuera. Sí queridos, hablo de las madres.
Hoy es el día de esas tiernas mujeres. No sólo lo dice Google, también los corazones de esos niños, jóvenes y adultos que lo sienten, que las quieren, a los que siempre les brillaron los ojos cuando sus progenitoras les sonreían o les daban un beso de buenas noches. Y no sólo eso: son aquellas que nos esperaban a la salida del colegio (y que lo seguirían haciendo si pudieran, en la universidad), las que nos gritaban desde el otro lado de la casa para que fuéramos a recoger nuestra habitación; las que nos decían “si no te lo comes hoy te lo comerás mañana”, “¿Crees que soy el banco de España?” etc . Sí, son esas personas tan adorables que aunque te tiraban la zapatilla con el objetivo de alcanzarte levemente, también son esas grandes mujeres que te sonreían cuando te preparaban tu comida favorita; las mismas supermamás que hacían a la vez todas las tareas de la casa habidas y por haber, te cuidaban y a la vez trabajaban a jornada completa y les daba tiempo a vivir.
Madres, esas mujeres entrañables que llevan dando la vida por sus niños sin pedir nada a cambio, bueno sí una sonrisa. Y hoy, a unos minutos antes de que acabe su día, debo decir algo: hoy no es su día y tampoco sólo lo fue ayer, como tampoco lo será sólo mañana: el Día de la Madre es hoy, ayer, mañana y el resto de los días del año. Porque ellas están ahí siempre, porque madre no hay más que una y porque para nosotros, siempre serán las más bellas personas que habitan el Planeta Azul.
Yo tengo una mamá, ella es preciosa y presumida. Es delicada y a la vez fuerte, porque es la que mejor aguanta el tirón de la casa. Sabe ser paciente y sabe escuchar. Es el único ser en este mundo que realmente tiembla cuando lloro y a quien le aumenta la adrenalina cuando sonrío con fuerza. Es la que mejor sigue mis pasos y la que intenta levantarme en mis fracasos. Es alguien perfecto, combina sonrisas y lágrimas, cultura e inteligencia. Y a parte de tanta perfección, tiene detalles que la hacen impresionante: desde un obligado e imperdonable beso por las noches, o una llamada a la residencia para saber qué tal me va, hasta un viernes sin clase y con sus ricos macarrones. Son los detalles los que hacen de las madres seres por encima de la media  de la perfección y en mi caso, Doña Aurora Boreal es la mujer de mi vida.
Sí tengo mamitis… y a mucha honra.
Gracias por ser mi mami GUAPA.