jueves, 29 de noviembre de 2012

Pues no lo entiendo


Vale, no lo puedo entender. Soy mejor que tú en casi todos los aspectos de mi mundo. No te pareces en nada a mi concepto de perfección: eres excesivamente superficial, tremendamente normal, demasiado materialista y rotundamente orgulloso. No sabes lo que son los detalles, eres evidentemente el estereotipo de hombre del que siempre huyo. Me sacas de quicio despreciando todo en lo que creo. Tu reciente indiferencia hacia a mí me hierve la sangre. Me condena que taches una a una mis cualidades y las conviertas en rarezas. Me supone asfixiante que sólo te refieras a mí para quejarte o criticar algo de mí. Me pone de los nervios que reduzcas a la mínima expresión mi interés por el mundo en el que vivimos. Agobias sólo con reírte, no tienes interés por nada que me interesa a mí. Te he cogido manía. Antes tú y tus dichosos defectos me parecían increíbles. Ahora no te soporto. Por no soportar, no soporto ni el aire que respiras. Soy mejor que tú, soy más curiosa, sé mil millones de cosas más que tú. Vale que no soy la persona más avispada del mundo, y que me ganas en algunas cosas, pero te aseguro que si uno de los dos tuviera que salvar el mundo, te aseguro que tú no serías. Ya ves que todo esto lo has hecho tú, la verdad es que al convertirme en parte del decorado de tu vida, lo has puesto bastante fácil.

Queda claro que gracia no me haces. Bien, está todo claro ¿Puedes responder a algo? ¿Por qué me es tan difícil olvidar tu mediocridad? ¿Por qué necesito tanto ese aire que respiras si no lo soporto? ¿Cómo coño te las has ingeniado para no salir de mi cabeza?


No, si yo tampoco lo entiendo

viernes, 2 de noviembre de 2012

Mis quebraderos de Manhattan



"Capítulo uno: Él adoraba la ciudad de Nueva York. La idolatraba fuera de toda proporción. No, digamos que la romantizaba fuera de toda proporción. Mejor. Para él, sin importar qué estación era, ésta aún era una ciudad que existía en blanco y negro, y que latía al son de las melodías de George Gershwin. No, comenzaré de nuevo. Capítulo uno: Él era muy romántico respecto a Manhattan como lo era con respecto a todo lo demás. Medraba en el ajetreo y bullicio de las multitudes y el tráfico. Para él, Nueva York significaba mujeres bellas y hombres experimentados quienes parecían conocer todos los ángulos. No, no, banal. Muy banal para mi gusto. Intentaré profundizar más. Capítulo uno: Él adoraba la ciudad de Nueva York. Para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. La misma falta de integridad individual que provocaba que tanta gente tomara el camino fácil convertía rápidamente a la ciudad de sus sueños en... No, va a parecer un sermón. Aceptémoslo, quiero vender libros. Capítulo uno: Él adoraba la ciudad de Nueva York aunque para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. Cuán difícil era existir en una sociedad insensibilizada por, música estridente, televisión, delincuencia, basura. Mucho enojo. No quiero sonar enojado. Capítulo uno: Él era rudo y romántico como la ciudad que amaba. Detrás de sus lentes de armazón negro vivía el poder sexual de un felino. Esto me encanta. Nueva York era su ciudad. Y siempre lo sería."




Hoy he visto Manhattan de Woody Allen. No es como Annie Hall, pero tiene un encanto particular que no tiene Annie. ¿Quieren saber qué es? El identificarnos, sin querer, con su drama y comedia. Es el enredo de una historia que jamás será posible. Que la felicidad no la alcanzamos aunque creamos que eligiendo ciertos caminos, podemos llegar hasta ella. No amigos, nadie nos manda meternos en un jardín de semejantes espinas y pensar que saldremos de rositas (buen juego de palabras ¿no?).

Creemos que los líos de faldas, de parejas casadas, las obsesiones con alguien que no nos conviene, son cosas que a nosotros nunca jamás nos pasarían ¿verdad? Están equivocados, basta con pensar que esos NO son nuestros problemas para que un día amanezcas y compruebes que llevas meses enredada con un hombre que, no sólo está casado, sino que además es tu mejor amigo. ¿Vaya locura no? En más locura se convierte cuando quieres dar ese paso tan lógico y común de acabar con esa maldita relación humana. Pero ya lo dijo Woody Allen: nos faltan los huevos.

Somos condescendientes con nosotros mismos al definirnos. Nos analizamos asumiendo que comentemos errores, pero lo hacemos de una manera simple, para no herirnos. Nos damos la razón al entender que no actuamos correctamente y nos autocompadecemos de una desdicha que nosotros mismos hemos causado. Luego, si sufrimos, caemos en un tierno narcisismo y una autoflagelación y nos perdonamos sabiendo que volveremos a tropezar una segunda vez con la misma piedra. Eso sí, parece que hemos cubierto la piedra de caramelo para que la caída duela menos. Ese es sin duda, el pasatiempo del ser humano: tropezar, caer y levantarse.

En esta vida hace falta mucho valor para afrontar problemas y decisiones que creemos que no van con nosotros. Muchas veces tenemos ese valor, pero el impulso y las ganas de encontrar esa felicidad anhelada nos pueden más, y siempre optamos por el camino fácil.
El camino fácil, menuda gilipollez. Quien decidiera irse por el camino fácil en su día es el peor ejemplo de la historia de la humanidad. Por su culpa hay miles de cabezas pensantes decidiendo junto a mí qué coño hacer con sus vidas. Y sinceramente, este tipo de decisiones causan demasiados quebraderos de cabeza.

En fin amigos, yo creo que todos necesitamos de vez en cuando un guión que nos diga qué decisión tomar cuando llega el momento oportuno, todos necesitamos un apuntador en algún momento de nuestras vidas que nos chive esas palabras que nosotros sólo conseguimos pensar y ni tan si quiera balbucear. Hay veces que pienso que mi vida es una sucesión de acontecimientos demasiado delirantes como para caer en la cuenta de que vivo en una realidad. Tiendo a confundir mis sentimientos con la interpretación de un papel. A veces pienso que tengo tantas emociones que podría vivir en una película sin darme cuenta de que sólo es ficción. Quizás ese sea el problema, creo que vivo con la esperanza de que la sinopsis de mi vida no concluya, de que sea una película, un delirio, que busque a tientas un final feliz.

martes, 23 de octubre de 2012

Entre tu boca y un portal


Que de entre todas las vueltas que di aquella noche, acabé una vez más en tu regazo, con tu mano acariciando mi cuello y retirándome el pelo hacia la nuca, mis debilidades. No estábamos solos del todo, nos acompaña una fría lluvia de madrugada. Y al final de tantas copas y de bailes, me dejé vencer. Esa noche tuve mérito, porque había sacado la fuerza de evitarte en todo momento, de no mirarte y de fumar a solas. Pero sabes jugar, y sabes cómo jugármela.

Y en ese portal estábamos solos, mirando con recelo de quienes pasaban por nuestro lado quitándonos nuestros momentos. Y en ese portal, con la lluvia de fondo, con las luces de las farolas iluminándonos los ojos y al compás de las gotas me pediste un beso. La negativa fue inmediata, no entendías cuánto había progresado esa noche. Pero me mirabas como siempre, con esos ojos que hacía míos las noches de jueves que te robaba. Me volviste a pedir ese beso una vez más, y yo, que estaba deseando rendirme, me contuve una vez más, eras tan complicado. Te supliqué que no insistieras, te insistí que no eras mío. Y tú, en tu más tierna cabezonería lo intentaste una vez más. ¿Qué sentido tiene amar a una persona cuando estás sentado en un portal pidiendo besos a escondidas? No tenía sentido, ni lo tiene para mí. Y aún así nos seguimos guiando por nuestros impulsos. Esos malditos impulsos que roban el aire y erizan la piel. Y por un impulso una vez más, acabaste empujándome.

Fue entonces cuando en ese portal, esperando a que la lluvia nos dejase solos, acabaron mis labios pegados a tus besos. Otra vez.

martes, 16 de octubre de 2012

El Incendio

Aquella noche no durmió conmigo
Nos habíamos separado
Había hecho arder todas mis entrañas
Era mi incendio
Ardieron mis abrazos
Sus besos se quedaron pegados a mis labios
Derretidos
Era mi incendio
Los recuerdos se hicieron nada
Y la nada se quedó en lo más profundo de mi ser
La nada se convirtió en ceniza
Era mi incendio
Ya no había lugares secretos
Todos habían ardido
Ya no había más escapadas 
Era mi incendio
Tan sólo fue el último pensamiento
El anhelo de que una sola vez más
fuese mío y yo fuese suya
Era mi incendio
Quise gritar, quise llorar
Y acabé entre los escombros de mi mente
Allá entre las cenizas de su aliento
Y luego fue sólo eso, nada

domingo, 7 de octubre de 2012

Mi complicada resaca de ti


Es tarde, los apuntes están encima de la mesa y sigo aquí sin poder leerlos. Miro por la ventana y veo las luces de fondo arropando la noche. Me relaja, es un momento de soledad, lo que menos me hace falta. No quiero pensar y pienso. En ti, cómo no. 


Has estado conmigo, dentro y fuera de mis pensamientos, me has hecho volver a mirar tus ojos, me has hecho volver a sentir tus manos, oír tus risas y disfrutar tu aroma y aliento. ¿Por qué? ¿Qué necesidad tienes de cautivarme? Lo tienes todo y yo no tengo nada. No se estaba tan mal en la nada, pero los trozos de tus palabras ahora me vuelven a hacer falta. Es como una droga y siempre he pensado que era un absurdo tópico. Pero no, es una adicción absurda, que no aporta nada, que sube mi adrenalina y eriza mi piel. Y que luego vuelve a ser nada, una complicada resaca de sentimientos retenidos una vez más.

No lo hagas más, no me hagas caer en tu cama como si no me importara el resto del mundo. No me fulmines con tus besos, apártame la mirada si algún día me dejo llevar. No me dejes caer más.

Quiero dejar a un lado las escapadas en secreto, el esperarte a solas. No quiero miel en los labios, que luego no dudas en quitarme la dulzura y darme un abrazo amargo. No quiero tus manos abrazándome, no quiero tus dedos rozándome la cara.

La idea del “fuimos” me atormenta, pensar en el “somos” me asusta y sentir un “seremos” para mí es inimaginable. Cómo me gustaría cerrarte la puerta y poder decir con la cabeza alta que no te necesito. Cómo me gustaría decir en voz alta que ahora se ha acabado del todo.

Cómo me gustaría ser más fuerte que tú.

martes, 17 de julio de 2012

Juego de Tronos


Yo soy tronista, tú eres tronista…ella es tronista. Todas jugamos en este juego de tronos. Todas participamos en el mismo torneo y todas tocamos todos los palos de la baraja. A veces hemos sido princesas en una torre de incalculables metros y hemos sido frígidas y calculadoras con aquellos a los que llamamos hombres. Otras veces hemos sido diosas poderosas y apasionadas que desataban y se desataban por donde pisaban. Hemos sido guerreras y hemos peleado en mil batallas por rozar unos labios. Hemos conocido el dolor y hemos sido las “otras”. Hemos estado en la bando de la fidelidad, despreciando a las que eran amantes y juzgando sin saber. Pero también hemos sido infieles, hemos mordido manzanas envenenadas y hemos traicionado. Hemos pecado de pereza, de avaricia, de soberbia, de ira, de gula, de envidia y de lujuria tantas veces que ya se nos ha cerrado el paraíso. Nunca nos hemos preocupado, porque somos mujeres, y siempre hemos sabido construir nuestros propios paraísos…paraísos artificiales.

La mujer ha luchado siempre por dejar de ser presa del hombre y nunca dejará de ser su mayor pecado. La peor tragedia es que también somos esclavas de nosotras mismas y de lo que somos por ellos. Es un círculo vicioso esta vida. La dependencia es a veces una bendita maldición. Tropezar dos veces con la misma piedra es nuestro pasatiempo favorito. Caer y levantar es nuestra obligación. La insatisfacción, la desesperación y la torpeza son nuestros verdaderos pecados capitales y son entre los que más caemos.

Las mujeres por naturaleza somos entes poderosos, somos una masa perfecta, sabia y fuerte. Pero a veces puede resquebrajarse porque esa masa también anhela en lo más profundo de su ser el miedo, la fragilidad y la locura. Tenemos la cualidad innata, a diferencia de nuestros opositores, de controlar nuestros sentimientos y de calcular con precisión nuestras acciones. Pero somos también naturaleza: desatar nuestra ira es remover la tierra, querer domar a una mujer es como querer domar un océano. Todas somos testarudas,  para nosotras, lo prohibido es hacer algo a escondidas, y luego todas caemos.

Yo soy mujer, sí. Sé de mis fortalezas y conozco mis debilidades y una de ellas es el hombre. Un hombre puede cambiar la mentalidad de una mujer: puede cambiar su manera de amar y de odiar, puede torcer su punto de vista, sus hábitos…puede hacerla débil.

No somos tan distintas a ellos, porque no somos las únicas que engañamos, no somos las únicas que hacemos castillos sobre arena y no somos las únicas que prometemos el cielo. Nosotras sí que sabemos lo que es quemarse cuando se juega con fuego y sabemos lo que es pelear por un trono. Practicamos la consigna de “en el amor y en la guerra todo vale” y nos sabemos de memoria lo que es pisotear.

Por desgracia, siempre dejaremos que nos pisoteen y seguiremos pisoteando…hasta que no quedemos ninguno en pie.

jueves, 15 de marzo de 2012

Y si tienes un día gris, yo te ayudo a colorear


"Amelie tiene de repente la extraña sensación de estar en total armonía consigo misma, en ese instante todo es perfecto, la suavidad de la luz, el ligero perfume del aire, el pausado rumor de la ciudad. Inspira profundamente y la vida ahora le parece tan sencilla y transparente que un arrebato de amor, parecido a un deseo de ayudar a toda la humanidad la empapa de golpe."

Así me he sentido tantas veces. Cuando ves que tienes la suficiente fuerza para mirar al sol sin cerrar los ojos, es cuando sientes que debes hacer algo por el entorno que te rodea. Supongo que todos nos sentimos así de vez en cuando. Ahora sientes que perteneces a un lugar, que debes algo a las personas con las que estás. Y es cuando decides ayudar. Dedicar tu tiempo a dar las gracias, a sonreír por la mañana aunque tengas los párpados pegados con legañas, a cruzar el paso de cebra saltando por las franjas blancas o a silbar una canción mientras paseas. Estar en armonía contigo mism@ te hace andar con energía, con ganas de sentir y de vivir emociones que jamás imaginarías.


Y es cuando miras a los demás, son personas. Tendrán sus pensamientos, sus problemas y sus inquietudes. Tendrán sus alegrías y sus momentos. Tendrán cosas que de repente, quieres conocer, quieres ver el mundo, quieres sentir sus emociones, quieres empatía.


La empatía es una cualidad maravillosa, todos deberíamos guardarla como uno de los mejores dones. Porque es la herramienta que nos ayudará a ser mejores personas mañana. 
Esta sensación es agradable, sentir que puedes hacer algo. Es el momento de dejar una nota pegada en una puerta, de regalar fotos escritas, de subir a la montaña a respirar serenidad. Es el momento de guiñar un ojo, de aplaudir los chistes malos, de ceder un poco de tus natillas, de enviar una carta con los mejores deseos.


Serán los detalles, los que componen la felicidad. Serás ellos los que configuren la vida, los que nos hagan estar en armonía con nosotros mismos. Al fin y al cabo, son los que nos ayudan a colorear los días grises.

miércoles, 14 de marzo de 2012

A esta distancia del sol sólo me queda mirar las nubes.

Estoy tan lejos de poder tocarte que sólo puedo ver cómo me haces reír. Tengo sinsabor en la boca, un nudo en la garganta y los pulmones ahumados. Y hoy es uno de esos días bañados de luz para todos menos para mí. Porque mis ojos están nublados, sólo tienen humo y no quieren ver. No quieren ver que los errores pasan factura, que las noches sin cordura traen más resaca que alegría. Se niegan a ver que a veces dentro de mí hay un vacío que ya no llena nadie y que sigue, a pesar de que no quiero se llene. No quiero ni nada ni nadie y sin embargo ese vacío está ahí. Y fumo, fumo porque creo que con el humo se van mis pensamientos a surcar los aires que yo me he negado a surcar. Fumo porque así, empaño más mis ojos y me es más fácil estar ciega, porque así puedo confundirme con las nubes.

Las nubes son un paraíso en el que perderse esos días en los que crees que no perteneces a ningún lugar, ni a nadie.

De nadie quiero ser, pero no consigo evitar despegarme. No puedo evitar levantar los ojos si te veo pasar, ni torcer el gesto si te oigo hablar, ni sentir tu aroma cuando te huelo. No puedo contenerme al roce de tus manos, ni a los besos que la suavidad de tus labios me roba, no puedo despegarme de una atracción que surgió de la nada. Que nada es, que se va con mis pensamientos  junto al humo del tabaco y que nunca dejará de ser nada. 


Será por eso que el sol está demasiado lejos para tocarlo y  que sólo me queda saborear las nubes.

martes, 21 de febrero de 2012

Nuestra Mierda


Todo lo que ocurre a nuestro alrededor tiene una razón. Nuestras decisiones, nuestros errores y aciertos están condicionados por un por qué. Pero cuando tienes la certeza de que te encuentras en el momento y en el lugar adecuado, entiendes que todo encaja.

Cuando llegas a la conclusión de este hecho acabas dándote cuenta de que no perteneces a otro lugar más que al que decidiste llegar, y que ese es tu sitio. Puede que esto les pasase a dos aprendices que, llegado el momento, tuvieron la desgracia y, sin saberlo, la dicha de poner sus pies sobre una Ciudad Encantada, esa que muchos califican como el culo del mundo. Había muchos motivos y muchas dudas que las llevaron allí, pero tarde o temprano coincidieron sus pasos y decidieron caminar juntas. Podían haber sido otros amigos, otros compañeros, otra carrera, otros amores, otra residencia, otra ciudad…podían haber sido 
miles de opciones y miles de caminos. Pero de todos ellos, engancharse a esa ciudad fue su acierto.

Y es que a pesar de todo, aprendieron a quererla. Aprendieron a disfrutar de sus cuestas, supieron vencer sus montañas, se adentraron en sus ríos, se adueñaron de sus calles, se enamoraron de sus vistas, conocieron sus rincones y se colgaron de sus casas. Poco a poco empezaron a formar parte de ella, a sentirse útiles allí, a creer que debían algo a esa ciudad, que eran una pieza clave en ese inmenso pequeño puzzle. Al final la resignación se transformó casi en un romance. La pequeña ciudad que se cernía sobre ellas ya no era ese espacio diminuto y ajeno a sus vidas. Ahora era parte de su mundo, y ellas eran parte de él.

Muchos de vosotros desechasteis este sitio, preferíais continuar vuestros caminos en cualquier otra parte, todo menos acabar en lo que llamáis mierda. Pues bien amigos, esto será una mierda, pero es nuestra mierda. Y os aseguro, que jamás podréis comparar cualquier otra cosa con el calor que a nosotras nos transmite el frío de Cuenca.

Raquel Martín Juan (@RachelMJ7)
Irene Ruiz Ruiz (@irenesiux)

From Cuenca, with love.