Vale, no lo puedo entender. Soy mejor que tú en casi todos
los aspectos de mi mundo. No te pareces en nada a mi concepto de perfección:
eres excesivamente superficial, tremendamente normal, demasiado materialista y
rotundamente orgulloso. No sabes lo que son los detalles, eres evidentemente el
estereotipo de hombre del que siempre huyo. Me sacas de quicio despreciando
todo en lo que creo. Tu reciente indiferencia hacia a mí me hierve la sangre. Me
condena que taches una a una mis cualidades y las conviertas en rarezas. Me supone
asfixiante que sólo te refieras a mí para quejarte o criticar algo de mí. Me pone
de los nervios que reduzcas a la mínima expresión mi interés por el mundo en el
que vivimos. Agobias sólo con reírte, no tienes interés por nada que me
interesa a mí. Te he cogido manía. Antes tú y tus dichosos defectos me parecían
increíbles. Ahora no te soporto. Por no soportar, no soporto ni el aire que
respiras. Soy mejor que tú, soy más curiosa, sé mil millones de cosas más que
tú. Vale que no soy la persona más avispada del mundo, y que me ganas en
algunas cosas, pero te aseguro que si uno de los dos tuviera que salvar el
mundo, te aseguro que tú no serías. Ya ves que todo esto lo has hecho tú, la
verdad es que al convertirme en parte del decorado de tu vida, lo has puesto
bastante fácil.
Queda claro que gracia no me haces. Bien, está todo claro
¿Puedes responder a algo? ¿Por qué me es tan difícil olvidar tu mediocridad? ¿Por
qué necesito tanto ese aire que respiras si no lo soporto? ¿Cómo coño te las
has ingeniado para no salir de mi cabeza?
No, si yo tampoco lo entiendo
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